Como la gran mayoría de los testigos, yo hubiera dado mi vida por lo que llamamos la "verdad". No hubiera dudado en rechazar una transfusión de sangre o en ir a la cárcel por negarme a realizar el servicio social sustitutorio. De hecho, toda mi vida está orientada a los Testigos de Jehová, y mi entorno les pertenece, puesto que una vez que entras, y yo entré muy pronto, no hay prácticamente nada que no hagas orientado a la Sociedad, su predicación, sus adeptos, que son tus amigos, y, en más ocasiones de las que me gusta recordar, enemigos.
Pero todo lo pasábamos por alto, todos los errores y las interpretaciones contradictorias, los abusos de la mayoría de los ancianos, y las tediosas reuniones y asambleas, la ridícula manera de ir uniformados porque se "representaba" a Dios, discursitos morales sobre el adecuado uso de la barba y la corbata, porque entendíamos que a fin de cuentas servíamos a Dios.
No lo hacíamos porque lo ordenaba la Watch Tower, sino porque pensábamos que ésa era la manera de pensar del mismísimo Dios.
La mayoría lo cree a pies juntillas por varias razones. Por ejemplo, se repite hasta la saciedad que somos los únicos que usamos el nombre de Dios, o que somos los únicos que predicamos a nivel mundial, o que nosotros sí tenemos al esclavo fiel y discreto, y esas "verdades" se administran sin aplicar demasiados matices. Y los hay. Y poco a poco, según me dé el tiempo, los analizaremos.
Pero la "verdad" fundamental, "providencial", como llega a indicar el libro Apocalipsis, fue la de que los Testigos de Jehová identificaron 1914 como la llegada del reino mesiánico de Jesucristo.
Cuando yo predicaba y muchas de las personas me cercaban en mi razonamiento, yo siempre les explicaba que la Sociedad estaba legimitada por Dios porque eran los únicos que pudieron identificar la llegada del Mesías, y les aclaraba la profecía de los 7 tiempos. Aquello, para mí, era un milagro.
Pero lo cierto es que, la "verdad" en la que yo creía era un fiasco.
En la siguiente entrada os explicaré por qué la profecía de los siete tiempos y los ungidos fueron los culpables de que mi fe se desmoronara.